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El Día Mundial de la reducción de las emisiones de CO2 nos recuerda un objetivo de cada día

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Desde el año 1997 la ONU designó el 28 de enero como el Día Mundial por la reducción de las emisiones de CO2 o Día Mundial contra el Calentamiento Global para poner de relieve y sensibilizar sobre los impactos del cambio climático en el planeta. Y la ONU no se equivocaba con la designación. Esta lucha todavía continúa hoy, más 20 años después, y se disputa cada día.

Sin ir más lejos, los diarios se hacían eco de la manifestación tan sólo un día antes, el 27 de enero de 2019, que congregó a más de 70.000 personas en la capital de la Unión Europea, Bruselas, para reclamar el cumplimiento de los compromisos adquiridos en el Acuerdo de París (diciembre 2015), el primer acuerdo vinculante firmado a nivel mundial para hacer frente al cambio climático. Y quizás lo más llamativo de esa noticia no esté en el titular ni en el numeroso conjunto de personas que acudió a la protesta, sino que a la misma le han precedido sucesivas movilizaciones, en forma de huelga, por parte de hasta 35.000 estudiantes de institutos (una cifra relevante en un país de 11 millones de habitantes) que han lanzado un órdago a los estamentos políticos de Bruselas: “o se hace algo frente al cambio climático o faltarán a sus clases una vez por semana”.

Los más jóvenes están pidiendo acciones contundentes y decididas frente a un problema que requiere de acuerdos y compromisos globales y de planes de acción y estrategias estatales, regionales y locales. Lamentablemente, todavía estamos lejos de tocar el techo de emisiones global que, según algunos investigadores, debería alcanzarse antes de 2020 para poder lograr los objetivos del Acuerdo de París. También parece que todavía no estamos en disposición de desligar la asociación entre crecimiento económico y crecimiento de las emisiones de CO2, a pesar de que, según los informes de los investigadores de Global Carbon Project, hay 19 países (Francia, Reino Unido, Suecia, etc.) que han conseguido en la última década hacer crecer sus economías y a la vez reducir sus emisiones de CO2.

Y ¿en qué situación nos encontramos en España?

Lamentablemente no estamos entre los 19. Es más, la evolución de las emisiones de CO2 de estos últimos años ha ido ligada al impacto de la crisis económica; tras el máximo alcanzado en el año 2007 (443,5 millones de toneladas de CO2) ha descendido paulatinamente hasta 2013 (321,9 millones de toneladas de CO2) y desde entonces ha fluctuado de forma dubitativa, aunque ascendente, en paralelo a la recuperación macroeconómica del país y los diferentes registros climáticos de estos últimos 5 años.

Por otro lado, también es necesario decir que estamos ante un momento de oportunidad para tomar las riendas del asunto. Desde el Gobierno del Estado se está elaborando la Ley de Cambio Climático y Transición Energética (LCCyTE) que servirá de marco de actuación para todos los sectores, entre ellos el de la edificación, responsable de hasta un 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero. A su vez se espera la aprobación del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) que será el documento que marque la senda para alcanzar los objetivos de la UE para 2030, entre ellos, la reducción de las emisiones de efecto invernadero en un 40% y la mejora de la eficiencia energética en un 32,5%.

Por todo ello, desde la Fundación La Casa que Ahorra no hemos cesado en nuestro empeño de aportar herramientas, estudios, datos y argumentos que evidencien, aún más si cabe, la necesidad de apostar por mejorar la eficiencia energética de los edificios y ayuden a los decisores políticos a afrontar el reto.

En estos últimos años hemos promovido estudios para poner de relieve la relación entre la eficiencia energética del edificio y nuestra salud, para analizar lo rentable que puede ser la inversión económica que realizamos para rehabilitar nuestra vivienda, para proponer una inmensa batería de ventajas fiscales que se pueden aplicar para fomentar la eficiencia energética o para analizar de qué manera (alcanzando las 350.000 viviendas rehabilitadas cada año con criterios de alta eficiencia energética) la rehabilitación energética del sector residencial puede ser clave para alcanzar los objetivos ambientales que debemos cumplir como país.

Y como continuación e integración de todas estas herramientas propusimos recientemente una herramienta, el pasaporte energético, un programa que tiene como objetivo la financiación de las actuaciones a llevar a cabo en edificios residenciales por fases y durante un plazo mínimo de cuatro años, con el fin de hacerlo accesible al propietario. Porque, a la espera de los documentos (LCCyTE, PNIEC) que finalmente se aprueben desde el Gobierno estatal lo que tenemos claro es que rehabilitar ya no es una opción, es una obligación y el sector de la edificación tiene la capacidad de ser clave en la consecución de objetivos ambientales.

Por todo ello, sumándonos un año más a la celebración de este Día Mundial contra el Calentamiento Global queremos insistir en que no debería haber un día en el que nos deje de preocupar el cambio climático, pero tampoco un solo día en el que nos quedemos parados esperando a que las cosas cambien por sí mismas. Tenemos en nuestras manos poner soluciones y podemos empezar ya, hagámoslo empezando por nuestros hogares, nuestras casas y nuestros edificios, reduzcamos su impacto, mejoremos su eficiencia energética y mejoremos el planeta empezando por nuestra propia casa.